Dar voz a las personas refugiadas

Archivado en: Historias EARTH
Fecha: 22 de Junio de 2023

El pasaporte de Gloire Bambi (Promoción 2026, Congo) tiene la tapa dura y celeste, pero no tiene el escudo ni el nombre de ningún país. Dos pequeñas líneas doradas adornan un texto corto que dice: Documento de Viaje, Convención del 28 de julio de 1951. Esa Convención, realizada en Ginebra, Suiza, fue un evento que marcó un precedente para los derechos humanos, pues ahí se definió y se reconoció a las y los refugiados como personas que huyen de sus hogares por amenazas contra su vida o su libertad generadas por conflictos bélicos, violaciones masivas de los derechos humanos o cualquier otra circunstancia que altere el orden público e individual. La Convención, en resumen, se convirtió en el régimen internacional sobre el derecho al asilo y al estatus de refugio.

Bambi tenía doce años cuando tuvo que hacer uso de ese derecho. El conflicto armado entre el Movimiento 23 de marzo (M23) y el gobierno, se desató por la región de Kivu en la República Democrática del Congo desde mayo del 2012 hasta que, en el 2013, se lograron firmar los acuerdos de paz. Bambi vivía en Goma, capital provincial, junto a sus padres y su hermana, cinco años mayor que él. La tensión era palpable y debido a los enfrentamientos constantes, miles de personas tuvieron que huir de la región para ponerse a salvo. Fue en junio del 2012 cuando le tocó a Bambi y a su familia desplazarse, buscar un nuevo hogar. Huir nunca es fácil: en el ajetreo y la desesperación, su padre falleció en medio de la violencia y su hermana desapareció en la multitud de gente que intentaba – a toda costa – sobrevivir.

Bambi y Agnes, su madre, llegaron a un campo de refugiados en Zimbabue el 30 de junio, una fecha que dice nunca va a olvidar. En los siguientes días, semanas, meses, ambos esperaron noticias de la hermana, que estaba siendo buscada por la Cruz Roja en los países vecinos a los que se habían desplazado refugiados congoleses. Para Bambi, el tiempo pasaba sin poder creer lo que ocurría, trataba de convencerse a sí mismo de que pronto regresarían a casa, a la normalidad. Le costó años entender su estatus migratorio: REFUGIADO, la palabra que ahora define su nacionalidad en un pasaporte otorgado por las Naciones Unidas. La palabra que le da fuerzas y que lo llena de motivación para hacerle entender al mundo que las y los refugiados tienen capacidades, derechos, sueños, como cualquier otra persona. Bambi lleva su historia con orgullo.

Después de dos años de espera, un día recibieron la noticia: su hermana había sido localizada en Zambia y sería reubicada con la familia. Bambi recuerda el momento del encuentro con emoción, recuerda el llanto de su madre y la felicidad envuelta en ese abrazo esperado. En esos dos años, Bambi y su madre se acoplaron a la vida en Zimbabue, él aprendió inglés y comenzó nuevamente a estudiar, pero le tomó un tiempo concentrarse en su educación y convertirse en un estudiante destacado. Aun así, lo logró y terminó la escuela secundaria siendo un estudiante sobresaliente y un líder ejemplar en distintas áreas. Desde entonces, Bambi tiene un interés particular en el liderazgo, el trabajo social y el desarrollo comunitario.

Su primer acercamiento con EARTH fue a través del graduado Respect Musiyiwa (Promoción 2020, Zimbabue), graduado becado por Mastercard Foundation, quien había iniciado un proyecto para empoderar a jóvenes refugiados y apoyarlos con sus procesos académicos y, al mismo tiempo, había comenzado a trabajar con mujeres y sus familias para enseñar buenas prácticas agrícolas y para mejorar su seguridad y soberania alimentaria. Al ver el trabajo de Respect, Bambi se sintió inspirado y decidió aplicar a EARTH con ayuda del graduado y con mucho esfuerzo recibió una beca de Mastercard Foundation. En noviembre del año pasado, Bambi viajó hasta Costa Rica para aprender español y luego formarse como agente de cambio como parte de la Promoción 2026.

Aunque apenas está comenzado su paso por nuestra Universidad, él ya está dejando su huella. A inicios del año se dio cuenta de la importancia de unirse con otros estudiantes refugiados para apoyarse mutuamente y poder crear un espacio seguro de confianza y empatía. Bambi propuso la idea a la Dirección de Asuntos Estudiantiles y así fue como se creó el espacio para personas refugiadas de nuestra Universidad, en el que hay integrantes de países como Nicaragua, Sudán del Sur, Congo y Uganda.

“Cuando hablas sobre los refugiados la gente piensa en pobreza, en personas que andan por la calle sin zapatos, sufriendo por el hambre y, aunque esa es una realidad posible, los refugiados no somos eso. Somos personas como cualquier otra, pero tuvimos que enfrentarnos a ciertas cinrcunstancias que nos forzaron a tener un cambio abrupto en nuestras vidas. En el grupo queremos unirnos para apoyarnos, pero también queremos crear consciencia sobre las realidades de los refugiados. Además, queremos apoyar a otras personas refugiadas en África y en Costa Rica haciendo voluntariados y ayudando con procesos académicos”, cuenta Bambi.

Nuestra Universidad y Mastercard Foundation han unido esfuerzos para brindar oportunidades de estudio y becas completas a jóvenes refugiados de distintas partes del mundo. “El impacto que tiene esta oportunidad para alguien como yo, es inmenso. A veces sentía que no tenía nada, pero ahora estoy aquí y puedo ser ejemplo e inspiración para otros jóvenes refugiados”, agrega.

En un futuro, Bambi se ve trabajando con su comunidad en Zimbabue – el país que lo acogió siendo un niño – para crear nuevas oportunidades a través de la agricultura. Quiere enseñar a las personas a usar adecuadamente los suelos, los recursos hídricos y las técnicas agrícolas, para poder transformar los sistemas alimentarios y para que todas las personas tengan acceso a alimentos sanos. Bambi es una persona refugiada, sí, y su historia es un ancla que le permite mirar hacia el futuro, soñar grande y no olvidar nunca de donde viene.