Historia de Éxito: Rosa Ayde Martínez (Promoción 2014, Honduras), un ejemplo de superación y empoderamiento femenino

Date: July 26th, 2019

Mi historia está llena de lucha, de sueños, de anhelos y de vida. Soy de una aldea, así le llamamos nosotros los hondureños a las pequeñas comunidades rurales del país. Mi familia toda la vida se ha dedicado a la agricultura. Mi nombre es Rosa Ayde Martínez y soy orgullosamente EARTHiana, graduada de la promoción 2014.

Rosa Ayde Martínez y su familia

Rosa Ayde Martínez y su familia

Me crié en el campo, en una casa de piso de tierra y paredes de adobe sin repello; mientras soñaba en un día ser ingeniera agrónoma. Supe que esa era mi vocación cuando a los cinco años noté que desde esa profesión se podía cambiar la vida de las familias rurales. El ejemplo más cercano que tuve fue Exsequiel Monje, quien apareció en mi región durante el 2002, cuando yo tenía 10 años. En aquel momento no identificaba muy bien la carrera de ingeniería en ciencias agrícolas, pero sí podía identificar claramente mi cariño por la tierra y por el café, el mismo que podía ver en Exsequiel. Él me inspiró, y su ayuda no sólo transformó a mi familia, transformó indirectamente a todo el sector caficultor hondureño.

En 2002, Honduras era un país castigado por los precios internacionales del café. Como país, no trabajábamos la calidad del fruto, por una cuestión de conocimiento y cultura no teníamos un reconocimiento mundial. Ese año se organizó una competencia de cafés especiales. El ingeniero Monje le enseñó a mis padres el potencial de su cosecha y los incentivó a participar. Enviamos la taza y quedamos en el lugar número 15, ese fue un primer paso. A partir de ahí, empezamos a trabajar nuestra cosecha con más empeño aún.

Exsequiel Monje ayudó a mi papá a implementar un secador solar y nuevos métodos para el manejo del café. Mi papá y mi mamá se asombraron mucho con las ideas de aquel ingeniero, eran cuestiones casi imposibles. Hablaba alternativas sostenibles que requerían muchos cambios. Contra todos los pronósticos atendimos “las locuras de Exsequiel”. Empezamos a trabajar el café de manera muy diferente, no dejábamos que se contaminara con polvo, se volvió un café “mimado”. La gente del pueblo se reía de nosotros pues nos veía trabajando el café de una manera muy extraña. No teníamos dinero, pero cada recurso y esfuerzo lo dedicábamos a la finca. Cada miembro de la familia tenía un rol en el cultivo. Recuerdo que nos tocaba caminar hasta más de cuatro horas a la finca porque no teníamos un carro adecuado para el camino.

En 2004, llegó por primera vez la Taza de Excelencia a Honduras. Ese evento fue un hito para el sector y particularmente para mi vida y la de mi familia. Cuando llegó el día de la premiación, el único que pudo ir al concurso fue mi papá. No teníamos dinero para ir todos y tampoco teníamos televisor para ver el certamen. Seguimos la competición por medio de una radio que solía descomponerse y, precisamente cuando estaban por anunciar a los ganadores, perdimos la transmisión. Cuando volvió la señal de la radio, quien hablaba era mi papá. Así nos enteramos de que cosechamos la mejor taza, alcanzando una puntuación de 95.60 en cata. Mi familia cosechó el fruto de un esfuerzo arduo y conjunto, mientras Honduras se mostró al mundo con uno de los mejores cafés. Fue impresionante como desde ese momento cambió la manera de pensar y de actuar de los caficultores hondureños.

De ahí en adelante, muchos más productores empezaron a creer en que se podía hacer las cosas de forma diferente. Exsequiel viajó Ecuador a seguir impulsando el café especial y no alcanzó a presenciar nuestro triunfo. De él aprendimos que era viable manejar el café de una manera especial. Después de eso, también cambió nuestra condición económica familiar, pues el precio del café mejoró. Mis papás pudieron darme una mejor educación.

Desde muy pequeña aprendí que el conocimiento es poder. Si el ingeniero Monje no nos hubiera educado, nunca nos hubiéramos dado cuenta de lo que teníamos en nuestro cafetal, ni del potencial que podíamos alcanzar.

Es curioso, porque cuando tenía entre 12 y 14 años vendía pan después de la escuela junto con mi mamá. Al llegar a casa estaba cansada de las clases y de la venta, pero siempre tenía tiempo para soñar en un mejor futuro. Tiempo después fui a la secundaria, a un internado, con la convicción de que al salir buscaría como estudiar en una universidad y cumplir mi meta de ser agrónoma.

Yo no sabía que existía EARTH. En 2008, lamentablemente, uno de mis hermanos falleció en un accidente. Mi papá no estaba en condiciones de ir por mí al internado donde estudiaba. Entonces un amigo de un amigo me llevó a casa. Me encontraba en el camino hablando con esa persona cuando me preguntó que quería ser en el futuro, le conté mis planes de estudiar ciencias agrícolas. Fue él quien me mencionó EARTH, me dijo que era una universidad ubicada en Costa Rica. Yo no podía creer lo que esta persona me decía. Hablaba de una universidad que creía en el potencial de las mujeres y que quienes estudiaban allí aspiraban a ser agentes de cambio en sus comunidades. Ese día, en medio de un contexto de tristeza, me presentaron a la institución que más aportaría a mi crecimiento personal y profesional.

Apliqué a la Universidad EARTH pero no entré, lo intenté una vez más y finalmente fui admitida en 2011. Había sólo una beca para Honduras y me la otorgaron. Estando allí descubrí que Exsequiel Monje, la persona que me inspiró era un graduado de EARTH de la promoción 2001, no podía creerlo. Lloré de la emoción, finalmente seguiría sus pasos.

Rosa Ayde Martínez y sus compañeras

Rosa Ayde Martínez y sus compañeras

Estar en EARTH fue hacer realidad un sueño. Estaba en una universidad que creía en mí y en mis capacidades. Tuve la oportunidad de compartir con compañeros de otros países, de crear lazos de amistad y de hermandad. Fue maravilloso aprender de las experiencias de profesores de alto nivel, provenientes de muchas partes del mundo. El método de enseñanza de la Universidad -aprender haciendo- me permitió perder muchísimos miedos y creer en mí.

Como mujer aprendí a empoderarme de mi potencial y creer en mis capacidades para así ejercer mi profesión. Allí asimilé que era mi deber convertirme en un ejemplo y apoyo para otras mujeres jóvenes y niñas. Soy la primera mujer en graduarse como ingeniera agrónoma de mi municipio. Por generaciones siempre se había creído que la agronomía era una carrera de hombres, así que empezar a abrirme camino fue extraordinario. EARTH me empoderó y me dio el impulso para lograr muchas cosas que jamás me imaginé podría hacer en mi vida y que creía inalcanzables; pero gracias a las herramientas y a los conocimientos que me dio la Universidad hoy las estoy logrando.

Rosa Ayde Martínez como asesora

Rosa Ayde Martínez como asesora

Al salir de la Universidad, durante el 2015, trabajé en Ecuador dando asistencia técnica a pequeños productores de café. Allí tomé la administración de dos fincas cafetaleras y aprendí mucho de los productores. Desarrollamos algunos métodos alternativos para la diversificación de cultivos, pero mi principal enfoque y pasión siempre ha sido el café.

En 2016 trabajé en Honduras como profesora en un colegio técnico agropecuario. Luego, regresé a Costa Rica y fue otra etapa muy importante en mi vida. Empecé trabajar con Kattia Barrantes, una mujer que ha sido mi mentora y un pilar en mi vida. En la aventura nos acompañó Adriana Bustamante, ella también tenía el mismo sueño que nosotras. Tuvimos una reunión en la que decidimos que íbamos a hacer algo importante por las familias y por los productores de café. Creamos la Fundación PRO-CAFÉ. Al inicio no fue fácil, siempre que emprendes todo representa un reto. Pero, cuando trabajas hombro a hombro con mujeres tan capaces, inteligentes y luchadoras todo se vuelve más llevadero.

A inicios de 2017, la Embajada de Suiza nos financió el primer proyecto, en el que trabajamos temas de empoderamiento económico, manejo del cultivo de café y prácticas para generar valor agregado al grano. Este proyecto lo desarrollamos con 60 productores, 40 mujeres y 20 hombres de la Región Brunca costarricense. Con PRO-CAFÉ seguimos trabajando fuerte, desarrollando alianzas para llevar más iniciativas a productores, no solo de Costa Rica sino también de Centroamérica.

Rosa Ayde Martínez y su hermano Jose Danilo

Rosa Ayde Martínez y su hermano Jose Danilo

En 2018, regresé a mi país, producto de esa necesidad de volver a la nación que me había dado la oportunidad de crecer en medio del café. Retorné con mi familia y mi gente. En honor a nuestro papá, mi hermano y yo trabajamos la marca “Don Goyo”. Actualmente estamos reestructurando las prácticas y variedades en la finca familiar. Seguimos con paso firme y con la determinación de darle continuidad y éxito a la herencia de calidad otorgada por nuestra familia.

Otra de mis labores actuales en Honduras la desempeño en la empresa INLOHER, ubicada en Lepaera, Lempira, donde trabajo como coordinadora de proyectos. Desde allí, promuevo la producción sostenible en toda la cadena productiva del café. Trabajamos en asesoramiento orientado a temas de producción, manejo integrado de plagas, buenas prácticas agrícolas, manejo y conservación de suelos, y manejo de sistemas agroforestales asociados con el cultivo de café. Como parte de mi trabajo, además brindo soporte al departamento de certificaciones de la empresa en los sellos Orgánico y Rainforest Alliance.

Mi propósito es promover la calidad de vida de las familias caficultoras, garantizando la sostenibilidad de las fincas y la calidad del grano. Mi profesión me hace feliz.