Historias de Graduados

Desde la tierra hasta la ley: el trabajo de Lucina por la justicia indígena

Siendo niña, para Lucina Martínez Régules (Promoción 2004, México) comunidad significaba organizar a los vecinos y construir a base de esfuerzo un camino que conectara a su pueblo con otros; significaba acarrear a hombro las piedras, los blocs y el cemento para levantar una escuela; significaba que “hasta los gatos debían cazar ratones y los perros cuidar de las casas para ganarse el alimento del día”. Para ella, comunidad era – y sigue siendo – una forma de ser y estar en el mundo. Una forma en la que cada individuo es un sujeto de derecho y por tanto, también una persona que tiene la obligación de aportar al trabajo colectivo.

 

Lucina forma parte del pueblo originario chinanteco que habita en el estado de Oaxaca, México. Cuando tenía seis años, tomaba su padre de la mano y asistía a las asambleas en donde tomaban decisiones importantes sobre infraestructura, trabajo comunitario, y necesidades individuales o colectivas. Fue en esos espacios en los que, siendo muy pequeña, entendió el sentido de justicia. Y lo hizo una parte esencial de su vida.

Antes de llegar a EARTH, ya había sembrado la semilla de su camino profesional: se había graduado como técnica en desarrollo comunitario y había trabajado con el Consejo Nacional de Fomento Educativo. Tenía claro que quería usar el conocimiento que iba a adquirir en la Universidad para nutrir el sueño de volver a su casa y seguir trabajando con las comunidades de Oaxaca, especialmente con San Juan Bautista de Tuxtepec, el lugar en que creció. Nunca se imaginó trabajando para grandes compañías, grandes industrias ni centros de investigación científica. Quería entender cómo funcionaban las cadenas de valor para impulsar las de su gente, y para poder aportar a un trabajo constante por la soberanía de las tierras de los pueblos originarios.

Al graduarse, Lucina regresó a México y ese objetivo no cambió. Comenzó a trabajar con pequeños productores desde una empresa privada, capacitándolos y organizándolos para mejorar sus oportunidades en los mercados de exportación. Años después, se sumó a la academia para formar a nuevos profesionales en Agronomía, pero su vocación comunitaria la llevó a laborar con la Secretaría de Desarrollo Agropecuario de Oaxaca, como coordinadora regional. En ese cargo acompañó a productores agrícolas y ganaderos en 21 municipios de su región, y fue ahí donde empezó a identificar con mayor claridad un patrón estructural: las comunidades indígenas no tienen las mismas reglas del juego que el resto. “Los que están en desventaja no pueden competir con las mismas reglas que los que sí tienen ventajas y privilegios. El gobierno no puede tratar a todos por igual cuando hay desigualdades”, explica.

Ese pensamiento, que había germinado desde la infancia, encontró un nuevo cauce en el 2018 cuando fue invitada a integrarse al Instituto Nacional de los Pueblos Indígenas (INPI), una institución del gobierno federal encargada de salvaguardar los derechos de los pueblos originarios de México. Desde entonces, su trabajo se ha centrado en promover y defender dos derechos fundamentales: la autonomía y la libre determinación de los pueblos indígenas, así como el derecho a la consulta previa, libre e informada. Para comprender a fondo estos marcos jurídicos, Lucina comenzó a estudiar leyes por su cuenta. “El conocimiento técnico que adquirí en EARTH me ha servido enormemente, pero también ha sido clave incorporar esta mirada legal, porque ahora trabajo desde los derechos en un marco jurídico y no tanto desde el acompañamiento social”.

 

Uno de los grandes frentes en los que trabaja actualmente es la protección del patrimonio cultural indígena, en especial el saber textil de las mujeres artesanas. Lucina, junto con su equipo, impulsa procesos para que estas mujeres sean reconocidas no solo como creadoras de belleza y tradición, sino también como sujetas de derecho. “Esto que ves no es solo una blusa”, dice, señalando su vestimenta tradicional chinanteca. “Es todo un lenguaje, cada puntada tiene un significado. Es una forma de ver el mundo que ha sido plagiada por grandes compañías de fast fashion y por eso debemos protegerlo”.

Aunque en el 2019 se aprobó en México una ley que castiga este tipo de apropiación, todavía no existen mecanismos claros para aplicarla. Lucina trabaja directamente con las mujeres para crear ese camino: protocolos, procesos, documentación legal y la posibilidad real de defender su herencia cultural ante un tribunal. “Queremos que puedan demostrar que eso es suyo, y que si alguien lo plagia, que haya consecuencias. Es una forma de violencia económica, emocional, simbólica. Y muchas mujeres han salido de círculos de violencia gracias a lo que tejen, a lo que crean. Necesitamos proteger esa cadena de valor”.

 

Además de la defensa del patrimonio textil, Lucina lidera proyectos en el INPI que van desde la educación indígena en albergues infantiles y juveniles, hasta el diseño participativo de políticas públicas para la protección de los recursos naturales. Reconoce que muchas comunidades están resistiendo el ingreso de industrias extractivas como la minería, y que esa resistencia es una forma legítima de ejercer su autonomía. “La Organización de las Naciones Unidas reconoce que muchos de los recursos naturales disponibles están en territorios indígenas. ¿Por qué? Porque ahí se han conservado. Porque los pueblos originarios no vemos la naturaleza como algo que se extrae, sino como algo que se cuida para las futuras generaciones”.

Para Lucina,  cuando una política pública llega desde fuera y le dice a la comunidad “esto es lo que ustedes necesitan”, sin escucharla y diagnosticar los retos y necesidades reales, eso es una imposición con un carácter colonial. Por eso ella lucha para que los saberes de los pueblos se respeten y se valore que ya hay prácticas culturales, económicas y ambientales que son valiosas y que muchas veces solo necesitan un impulso para que comience el verdadero desarrollo.

 

Hoy, después de más de veinte años de trayectoria profesional, Lucina mira hacia atrás y reafirma que la educación en EARTH fue un pilar para llegar hasta aquí. “En EARTH aprendí a analizar la cadena de valor, a comprender los sistemas productivos, a mirar lo económico. Pero lo más importante fue poder integrar eso con la defensa de los derechos. Hoy no solo busco mejorar las condiciones de vida de las personas, sino hacerlo desde su dignidad. Desde lo que ellos ya son. Desde lo que saben hacer”.

 

La Lucina de seis años es ahora una mujer indígena, ingeniera en Ciencias Agrícolas y abogada, y es ella quien toma con firmeza la mano de hombres y mujeres, niños y niñas, para construir nuevos caminos de conocimiento, derechos y lucha colectiva.

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