En las primeras semanas en el Campus Guácimo, las manos de José Antonio González Vergara (Promoción 1997, Panamá) se llenaron de pequeñas heridas producto del trabajo en campo. Nunca en su vida había usado una pala, un pico, un machete. Sufría por el calor. No se acostumbraba a sudar tanto ni a recibir durante horas la luz tropical del sol o la lluvia impredecible de la selva. Era un “niño de ciudad” tratando de descifrar la vida rural. Sus compañeros lo animaban; “tú puedes, José, tú puedes”, le decían, con cada golpe del azadón, mientras él aprendía a colocar la fuerza de su puño en los instrumentos con los que trabajaría la tierra durante los siguientes cuatro años de carrera en EARTH.
Así fue como empezó su camino profesional: titubeando sobre sus habilidades, pero con muchas ganas de aprender, de asombrarse, de convertirse en alguien. Además, era el menor de ocho hermanos y el único que había llegado a la universidad. Sobre sus hombros había ilusión y la esperanza de abrir nuevas puertas para la familia entera. Cuando partió de su país rumbo a Costa Rica, su papá hizo una fiesta para celebrar lo que significaba una nueva etapa para todos. Años después, José Antonio todavía recuerda ese gesto como la chispa que lo mantuvo firme cuando quiso rendirse. “No podía volver derrotado. Mi papá esperaba resultados”, cuenta.
Entre los cultivos de banano, de piña, de maíz, fue encontrando su rumbo. Lo atrajo la vida práctica del modelo educativo, las labores en la Finca Pecuaria, el desafío de manejar maquinaria agrícola por primera vez. Cada experiencia lo empujaba a descubrir nuevas habilidades, a reconocerse capaz. Poco a poco, el joven que llegó sin saber quién era empezó a construirse como profesional, con disciplina, curiosidad y un sentido profundo de gratitud.
Poco tiempo después de graduarse, José Antonio trabajó durante una década en el Ministerio de Ambiente de Panamá. Allí descubrió que su verdadera pasión era comprender cómo las decisiones humanas impactan los ecosistemas. Esa inquietud lo llevó a cursar una maestría en Gestión Ambiental y a colaborar con organismos como el Programa de las Naciones Unidas para el Desarrollo (PNUD) y el Banco Interamericano de Desarrollo (BID). Sin embargo, con el tiempo comprendió que su vocación no era solo proteger el ambiente, sino también formar a otros para hacerlo.
Fundó su propia empresa, J.A. Consultores, dedicada a la auditoría y asesoría ambiental, pero la docencia fue lo que terminó dándole sentido a todo. Desde el 2012, enseña educación ambiental y ecología en tres universidades panameñas, y da distintos cursos en la carrera de Ingeniería Ambiental. Para José Antonio, cada grupo es una nueva oportunidad de crear una experiencia educativa horizontal, dinámica y participativa. “Mis clases nunca son iguales. Siempre busco sorprender a mis estudiantes, conectar con ellos, porque no todos aman mis materias, pero son temas importantes porque aprendes a cuidar el ambiente y al planeta que es nuestra casa”, dice.
Hoy, a más de 25 años de su graduación, José Antonio combina su trabajo como consultor con su rol en la docencia universitaria. Cree firmemente que la enseñanza es una extensión del liderazgo que aprendió en EARTH: formar profesionales competentes, pero también personas con valores, empatía y propósito. “EARTH no solo forma ingenieros agrónomos, forma líderes capaces de transformar su entorno”, asegura.
Mientras habla, en sus ojos se percibe el brillo de aquel estudiante curioso y perseverante que, en sus primeros meses bajo el sol y el calor tropical, aprendió a no rendirse. Aquel joven citadino que no sabía cómo tomar un machete en manos, se convirtió en un hombre, en un profesional que hoy siembra conocimiento y que emprende con pasión todo lo que hace.