Historias EARTH

El reino de los hongos en las fincas EARTH

Son el principio y el final de todas las cosas vivas (y a veces de las inertes) ya que tienen la capacidad de descomponer la materia orgánica. Así de fascinantes son los hongos, seres silenciosos que no son ni aminales ni plantas; tan complejos y diversos que hasta cuentan con su propio reino. Es difícil imaginar que bajo cada paso que damos se extienden redes fúngicas de más de 400 kilómetros por metro cúbico. Se han descubierto más de 100 mil especies y cada año se identifican por lo menos dos mil más. Parecen ser infinitos en formas, colores, tamaños.

En una de las fincas didácticas del Campus Guácimo, la profesora de Química, Jessica Villegas se sumerge en la selva para buscar con ahínco y emoción, distintos tipos de hongos. Cada vez que ve una especie distinta lo anuncia en voz alta como una niña que encuentra un tesoro. Porque al final, eso son los hongos para su visión del mundo: tesoros que merecen ser estudiados, cultivados y entendidos. Bajo la guía de la profesora Villegas y el profesor de Propiedades de Suelos del Trópico, Johan Perret, ha nacido un proyecto que va mucho más allá del laboratorio: es un ecosistema de ideas, cooperación, conocimiento aplicado y sueños colectivos basados en las posibilidades incalculables del reino fungi.

El equipo del proyecto, que forma parte del Fondo Semilla para investigación de la Universidad, está conformado por ambos profesores, por los estudiantes de cuarto año Tomás Sánchez (Costa Rica) y Adam Vorster (Sudáfrica), quienes durante todo el 2025 estarán realizando su Proyecto de Graduación sobre sustratos innovadores para el cultivo de hongos, y por el estudiante de tercer año Pablo Culajay (Guatemala) quien es un apasionado de esta especie. Otros estudiantes y miembros de la facultad también se han involucrado para dar otros enfoques y matices al proyecto.

“En EARTH vi que tenemos las condiciones: el clima, los recursos, la ayuda de los profes y lo más importante, el deseo colectivo de innovar. Mi Proyecto de Graduación no es solo un experimento con sustratos como yuca, banano verde y caña de azúcar, también es una puerta que se abre para que otros puedan seguir explorando. Con este proyecto podemos transformar cómo producimos alimento, aportar una alternativa sostenible de proteína, y regenerar nuestra relación con la tierra”.

Los miembros del equipo trabajan para desarrollar un sistema de cultivo del hongo Pleurotus, conocido popularmente como hongo ostra, a partir de residuos agroindustriales que normalmente se desechan: cáscara de banano, fibra de coco, bagazo de yuca, broza de café, pellet de heno y bagazo de caña, y materiales que están cargados de carbohidratos complejos como la lignina y el almidón, que son nutrientes esenciales para que los hongos puedan crecer. Pero este proyecto no es solo sobre producir hongos: es sobre entenderlos. Cada combinación de sustrato está siendo evaluada químicamente para determinar su valor nutricional y su capacidad para alimentar a los micelios (parte subterránea o interna del hongo). Se trata de diseñar fórmulas con sentido científico que respondan a las verdaderas necesidades del hongo.

La magia del proyecto también está en su capacidad para amplificarse. Una vez cultivados los hongos, algunos estudiantes están analizando la posibilidad de desarrollar harinas y prototipos de carne vegetal a base de Pleurotus, con el fin de ofrecer alternativas alimenticias accesibles, nutritivas y sostenibles. Además de proteína, los hongos comestibles aportan vitaminas esenciales como la D y el complejo B, fundamentales para el sistema inmunológico y nervioso. Esto cobra especial valor en un contexto global donde la seguridad alimentaria y la nutrición son desafíos urgentes.

“Siempre están ahí, en las plantas, en la comida, cuando uno camina por el Campus. Pero no sabemos tanto de los hongos como sabemos de las plantas o los animales. Me di cuenta de que estaba ignorando todo un reino que forma parte de nuestro día a día. Empecé a investigar por curiosidad, y ahora veo que tienen un montón de usos: desde comida hasta medicina y control de plagas. Quiero seguir explorando los hongos que hay en la zona, no solo los comerciales, porque seguro esconden mucho más de lo que sabemos”.

Es por eso que, cuando encuentran un  hongo comestible en la selva, los profesores del proyecto comparten posibles recetas: un té para el sistema inmunológico, una sopa con sabores asiáticos llena de nutrientes, algún platillo simple hecho con ajo y mantequilla, un queso vegano a base de hongos y almendras, entre muchos otros.

Otro punto importante sobre la investigación es que el sustrato que están creando, una vez usado, no se desecha: se transforma. En alianza con otros proyectos, se está probando su capacidad para inhibir Fusarium, un hongo patógeno que afecta cultivos como el tomate. La idea es extraer compuestos bioactivos del sustrato post-cosecha para usarlos como biofungicidas. De esta forma, el residuo inicial se convierte en materia prima, el cultivo en alimento, y el desecho en solución. Nada se pierde.

Uno de los grandes retos del proyecto es la infraestructura. Cultivar hongos requiere condiciones específicas de temperatura, humedad y limpieza. Las esporas, como las ideas, son sensibles y frágiles. Por eso, se está gestionando la creación de un laboratorio especializado en microbiología de hongos, con cuartos oscuros para incubación, espacios de fructificación y zonas de postcosecha. El espacio ha sido ya identificado en la Finca de Cultivos del Campus Guácimo, y el sueño es más grande: un centro de investigación integral, que sirva como banco de micelios, laboratorio de análisis químico, y plataforma educativa.

“Quiero aprovechar toda la tecnología que tenemos aquí en la Universidad y la experiencia y conocimiento de los profesores, para desarrollar un proyecto que pueda ayudar a mi comunidad con una opción alternativa de alimentación”.

“Los hongos pueden absorber metales pesados, limpiar aguas contaminadas, producir medicamentos, servir como biomateriales y alimentar al mundo”, cuenta la profesora Villegas. Lo que está germinando en EARTH no son solo cultivos de Pleurotus, sino una nueva generación de jóvenes científicos con sensibilidad social, creatividad técnica y una profunda conexión con la tierra y sus posibilidades. El interés genuino de estos jóvenes y de la facultad en los hongos —seres humildes, invisibles, esenciales— es clave para imaginar la transformación de los sistemas alimentarios y de un futuro más sostenible y respetuoso con la Tierra.

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