Al este de Sierra Leona, justo por donde el sol se levanta en esa nación africana, un sueño despertó con la misma energía en 2009. La misma energía con la que el sol se levanta.
En ese año, sin previo aviso, las autoridades de las escuelas secundarias de la ciudad de Kono District Headquarters decidieron comenzar a cobrar una cuota a sus estudiantes. La luz de la educación, que ilumina el futuro de ese país, se vio eclipsada por el costo de la colegiatura, lejos del alcance de muchos jóvenes de la comunidad. Entre ellos, se encontraba Tamba Abdulai Konah, apenas un adolescente en esa época. Apenas un adolescente, pero con toda la energía dentro de sí para poder cambiar una situación que parecía perdida en la oscuridad.
Junto con un grupo de amigos, Tamba decidió organizar la Asociación de desarrollo de fincas de Koyandu, en la comunidad del mismo nombre, con el fin de pagar su educación y la de sus compañeros. Un sueño difícil de alcanzar: un grupo casi de niños, sin mayor experiencia en el mundo de la agricultura y del comercio, intentando costear sus estudios.
Sin embargo, el sueño de Tamba de concluir la secundaria le brindó el combustible necesario para establecer una finca dedicada al cultivo de yuca y alumbrar su futuro. Con las ganancias, poco a poco, la empresa fue creciendo y tanto él, como sus amigos, comenzaron a retornar a las aulas. La asociación se convirtió en un faro, cargado de energía, capaz de iluminar los libros para que los jóvenes de la comunidad volvieran a leer sus lecciones sin problemas.
La luz llegó incluso a iluminar el interés de otros, quienes ofrecieron comprar la finca, pero Tamba y sus amigos declinaron la oferta y llamaron a unir filas, con el fin de aumentar la producción y poder entrar de lleno en el mercado de la ciudad.
Los rayos de luz, con el tiempo, se convirtieron en lo suficientemente fuertes para hacer crecer el arroz también en los terrenos de la finca. Como una chispa que inicia un fuego, así fue expandiéndose la idea de Tamba entre la comunidad, hasta conseguir pagar la educación de 262 estudiantes.
Pero la luz no se detiene sino que, por el contrario, viaja de forma veloz e imparable. Así, los jóvenes de la asociación contactaron a una organización no gubernamental para recibir ayuda y construir caminos, con el objetivo de transportar las cosechas y otros bienes. Más allá de las barreras naturales, la energía que emanaba de la asociación y de Tamba se abrió paso hasta iluminar lo que, anteriormente, habían sido solo tinieblas aisladas del progreso.
Paralelamente a toda esta actividad, la energía de Tamba también fue más que suficiente como para ejercer el puesto de secretario de la asociación y continuar con sus estudios, hasta concluirlos exitosamente.
Ese es el poder de un sueño que se despierta una mañana en el este de Sierra Leona, por donde sale el sol. La energía del cambio también está dentro de ti. Compártela y ayuda a iluminar los sueños de un futuro más próspero al hacer clic aquí.
En ese año, sin previo aviso, las autoridades de las escuelas secundarias de la ciudad de Kono District Headquarters decidieron comenzar a cobrar una cuota a sus estudiantes. La luz de la educación, que ilumina el futuro de ese país, se vio eclipsada por el costo de la colegiatura, lejos del alcance de muchos jóvenes de la comunidad. Entre ellos, se encontraba Tamba Abdulai Konah, apenas un adolescente en esa época. Apenas un adolescente, pero con toda la energía dentro de sí para poder cambiar una situación que parecía perdida en la oscuridad.
Junto con un grupo de amigos, Tamba decidió organizar la Asociación de desarrollo de fincas de Koyandu, en la comunidad del mismo nombre, con el fin de pagar su educación y la de sus compañeros. Un sueño difícil de alcanzar: un grupo casi de niños, sin mayor experiencia en el mundo de la agricultura y del comercio, intentando costear sus estudios.
Sin embargo, el sueño de Tamba de concluir la secundaria le brindó el combustible necesario para establecer una finca dedicada al cultivo de yuca y alumbrar su futuro. Con las ganancias, poco a poco, la empresa fue creciendo y tanto él, como sus amigos, comenzaron a retornar a las aulas. La asociación se convirtió en un faro, cargado de energía, capaz de iluminar los libros para que los jóvenes de la comunidad volvieran a leer sus lecciones sin problemas.
La luz llegó incluso a iluminar el interés de otros, quienes ofrecieron comprar la finca, pero Tamba y sus amigos declinaron la oferta y llamaron a unir filas, con el fin de aumentar la producción y poder entrar de lleno en el mercado de la ciudad.
Los rayos de luz, con el tiempo, se convirtieron en lo suficientemente fuertes para hacer crecer el arroz también en los terrenos de la finca. Como una chispa que inicia un fuego, así fue expandiéndose la idea de Tamba entre la comunidad, hasta conseguir pagar la educación de 262 estudiantes.
Pero la luz no se detiene sino que, por el contrario, viaja de forma veloz e imparable. Así, los jóvenes de la asociación contactaron a una organización no gubernamental para recibir ayuda y construir caminos, con el objetivo de transportar las cosechas y otros bienes. Más allá de las barreras naturales, la energía que emanaba de la asociación y de Tamba se abrió paso hasta iluminar lo que, anteriormente, habían sido solo tinieblas aisladas del progreso.
Paralelamente a toda esta actividad, la energía de Tamba también fue más que suficiente como para ejercer el puesto de secretario de la asociación y continuar con sus estudios, hasta concluirlos exitosamente.
Ese es el poder de un sueño que se despierta una mañana en el este de Sierra Leona, por donde sale el sol. La energía del cambio también está dentro de ti. Compártela y ayuda a iluminar los sueños de un futuro más próspero al hacer clic aquí.