Hija del café, de la mora, del maíz

Archivado en: Noticias EARTH
Fecha: 31 de Agosto de 2022

Retrato de Wendy.

Posiblemente, bajo la sombra de un cafeto o de un moral en las montañas de la Aldea Paneyá, Wendy Esquit (Promoción 2024, Guatemala), aprendió a dar sus primeros pasos, a decir sus primeras palabras en kaqchikel, a diferenciar el verde de las hojas, el rojo de los frutos, el azul de un cielo enorme que se expandía frente a sus pequeños ojos indígenas. Bajo la sombra de un cafeto también comenzó su amor por la tierra, su pasión por entender el ciclo de la vida de una planta, sus ganas de empaparse de nuevos conocimientos para que esas montañas – sus montañas sagradas – pudieran tener un mejor equilibrio entre las necesidades de sus habitantes y las urgencias de su propia naturaleza.

A ella no le tiembla la voz cuando lo dice: es una mujer indígena de origen maya kaqchikel. Lo lleva con orgullo. Dice que antes de nombrarse “guatemalteca” o “latinoamericana”, se reconoce como indígena y eso conlleva una gran responsabilidad: quiere velar porque su cultura permanezca viva y latente, quiere continuar con la lucha de los pueblos originarios por la recuperación de tierras, quiere crear iniciativas que permitan la implementación de un sistema social, político y económico menos colonizador, más horizontal. Wendy quiere también inspirar a más mujeres y jóvenes, romper paradigmas y estereotipos, mostrarle al mundo que no importa ni el género ni la etnia para convertirse en una líder de cambio, y cultivar la tierra mientras viste su indumentaria maya y sus botas para el campo.

Wendy junto a su familia.

Su camino para llegar a EARTH no fue fácil. La vida le puso muchas pruebas y ella las enfrentó con valentía y perseverancia. Ambas cualidades las lleva en la sangre, sus abuelos y abuelas, sus padres, su comunidad, tuvieron que dar frente a un conflicto armado que despojó a los grupos indígenas guatemaltecos no solo de sus tierras y riquezas, sino de su dignidad humana, sus derechos humanos y en muchísimos casos, de la vida misma. Con valentía y perseverancia, su familia estableció emprendimientos basados en el cultivo del café, de la mora, del maíz y más recientemente, de artesanías tradicionales mayas.

En el 2020, cuando le informaron que había sido aceptada en EARTH, Wendy supo que su vida iba a dar un giro completo. Había estudiado en una escuela de formación agrícola y ya tenía certeza de su amor por la agricultura. Conocía las necesidades de los productores de su comunidad. Se había enfrentado a muchas formas de violencia por ser mujer y por ser indígena. Había tenido trabajos físicamente absorbentes y por algún tiempo pensó que la vida no la estaba encaminando hacia un mejor lugar. Pero no fue así, Wendy tenía todo el potencial para viajar a Costa Rica y pasar los siguientes cuatro años estudiando una carrera que le apasiona. Y así lo está haciendo; actualmente cursa el segundo año y agradece lo que aprende cada día. Se le nota en su sonrisa y en la sinceridad con la que cuenta su historia.

“Como mujer indígena hay cuatro barreras que quiero romper: la social, económica, étnica y de género.  Por eso, en mi camino por EARTH trato de relacionar todo lo que aprendo con la realidad de mi comunidad. Disfruto que hay un intercambio constante y respetuoso entre estudiantes y profesores, por ejemplo, en el curso de malezas, yo le conté al profe que algo que él consideraba maleza, en mi comunidad las comemos o las usamos como medicina, y ese tipo de intercambios me parecen muy lindos y creo que nos empoderan. En otros cursos, como en Genética, he entendido la importancia de la conservación cultural para el futuro genético de distintos cultivos. Y así voy, relacionando todo con las necesidades de mi gente y con el impacto que puedo hacer en mi comunidad cuando regrese a Guatemala”, cuenta Wendy.

Posiblemente, en un futuro cercano, bajo la sombra de un cafeto o de un moral, Wendy Esquit implementará todos los conocimientos adquiridos en EARTH para transformar las montañas de Chimaltenango, de Guatemala, del mundo entero.

¡Matyox, Wendy!